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MICHEL ONFRAY; EL HEDONISMO ENTRE EL PLACER Y SU CARENCIA Por Adolfo Vásquez Rocca.

julio 21, 2008

MICHEL ONFRAY; EL HEDONISMO ENTRE EL PLACER Y SU CARENCIA Por Adolfo Vásquez Rocca.

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Doctor en Filosofía y Teoría del Arte

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid.

Ver:

VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, De la escuela cinica al cinismo contemporaneo de Sloterdijk

RECUPERACIÓN ESTÉTICA DEL IDEARIO CÍNICO; De Diógenes a Sloterdijk

MICHEL ONFRAY es un autor que se mueve en los márgenes del pensamiento y experimenta particular inclinación por lo que el orden establecido ha dejado de lado. Ha publicado Physiologie de Georges Palante, Pour un nietzschéisme de gauche (2001), Théorie du corps amoureux (2000), Politique du rebelle (1997), Journal hédoniste I y II (1996-1998), y L’art de jouir, pour un matérialisme hédoniste (1991) y Le ventre des philosophes, critique de la raison diététique (1989).

  • Sus textos «combinan la filosofía con la gastronomía, la religión, el anarquismo y la búsqueda del placer». Un cóctel explosivo pero imposible de rechazar.

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Onfray por Adolfo Vásquez Rocca

  • «En los 90 algunos de sus libros comenzaron a circular: La razón del gourmet y El vientre de los filósofos, por ejemplo. Esa ocurrencia de analizar desde la filosofía los hábitos culinarios llamó la atención y su nombre comenzó a circular en librerías, facultades y círculos de discusión filosófica por fuera de las universidades. Después se conoció un muy entretenido libro sobre la vida de los filósofos cínicos y de Diógenes en particular, Cinismos. El ateísmo y el hedonismo son los temas que ocupan su pensamiento desde siempre. El libro Tratado de ateología vendió 200 mil ejemplares sólo en Francia y también provocó reacciones subidas de tono por parte de todo tipo de grupos religiosos.

  • Inspirado en las corrientes de ideas marxistas y nietzscheanas, propugna la descristianización. Sus propuestas son virulentas. Se podría decir que también se ha encargado de historizar el placer o su carencia. El suyo también es un camino para fustigar al cristianismo y al mismo tiempo rescatar, en El cristianismo hedonista, a santos heréticos y sabios licenciosos cristianos que participaron de banquetes sexuales.

  • Entre sus lectores están los locos, los histéricos, los perturbados, los nutricionistas, enumera con ironía Michel Onfray, el filósofo francés que reivindica al hedonista como figura clave de su propuesta teórica. No son todos. «Los que leen en la soledad de su existencia y tratan de mejorar su vida» conforman un público que ha encontrado en El deseo de ser un volcán, Diario hedonista, La construcción de uno mismo o La razón del gourmet argumentos sólidos para adherir a una moral distinta.

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Onfray por Adolfo Vásquez Rocca

¿Hay un malentendido con la figura del hedonista?

Se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigos y no como adversarios.

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Adolfo Vásquez Rocca

Onfray se declara a favor de un hedonismo del ser y no del tener.

Es muy difícil en dos palabras. Digamos que todas las cosas que tienen que ver con la posesión (dinero, situación social, riquezas, propiedades, bienes habituales de la sociedad de consumo) no son un fin en sí mismas. Por el contrario, lo que depende del ser (libertad, amistad, amor, afección, dulzura, serenidad, paz consigo mismo, los otros y el mundo) constituye el ideal de sabiduría hacia el que hay que tender. Disfrutar de una cosa no presenta demasiado interés, disfrutar de un momento de sabiduría es uno de los grandes instantes de la vida.

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Onfray por Adolfo Vásquez Rocca Arte y Filosofía

La diferencia entre ese hedonismo y el estoicismo.

La oposición entre ambas escuelas suele ser una cuestión de universitarios. Hay que leer las Cartas a Lucilio de Séneca, el estoico. Allí hay cantidad de argumentos epicúreos. En mi libro Contra-historia de la filosofía explico cómo esta oposición entre dos sensibilidades filosóficas fueron instrumentalizadas por Cicerón con fines políticos: era necesario desacreditar a los candidatos epicúreos al Senado, y Cicerón, el estoico, los estigmatizó como voluptuosos e incapaces de ocuparse de la cosa pública. Después, el cristianismo se apoderó de esos argumentos que perduran hasta hoy.

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Onfray por Adolfo Vásquez Rocca Arte y Filosofía

Usted es un filósofo decididamente orientado hacia la modernidad. ¿Qué lugar reserva en su reflexión al psicoanálisis y a las neurociencias? ¿No cree que esta última esté terminando con Freud?

Tengo el proyecto de escribir un libro sobre el psicoanálisis que evitará dar poderes absolutos tanto a Freud como a las neurociencias. Rehabilitaré el psicoanálisis como un chamanismo posmoderno, precisando que el cuerpo no es una cuestión de inconsciente psíquico, sino de inconsciente neurovegetativo.

¿Está usted satisfecho de su vida? Quizás sea ridículo preguntarle a un filósofo si es feliz, pero…

¡Pero yo soy absolutamente feliz! De lo contrario dejaría de escribir lo que escribo, de enseñar lo que enseño y de dar las conferencias que doy por el mundo. A menos que fuese un estafador. Y yo sé que en filosofía también existen los estafadores.

A los 28 años tuvo un infarto, y eso le sugirió su texto El vientre de los filósofos. ¿Cómo lo cambió esa experiencia?

Cuando tuve ese infarto acudí a una nutricionista que me hizo comprender que se podía mantener un discurso castrador respecto de los alimentos. No había que comer con sal, ni grasas, no tomar alcohol, y la idea de mi primer libro arribó a partir de esa experiencia, como una invitación a considerar que el placer de la alimentación era preferible al displacer de una mala nutrición. Nos peleamos bastante, yo estaba en mi cama con el infarto y ella me estaba dando clases. Como conservaba algo de retórica, se fue enojada diciendo que conmigo no se podía discutir.

Y nunca siguió sus consejos. ¿Cuál es su posición frente a la ciencia?

Encuentro a la ciencia limitada e incapaz de incorporar todo lo que no es inmediatamente cuantificable, aunque la respeto. La ciencia no puede incorporar el placer; piensa que es deseable medicar a alguien para que el colesterol baje, sin pensar que eso puede ser terrible para la salud de una persona, porque está obligada a considerarse a sí mismo un enfermo. La ciencia debería poder integrar una dimensión psicológica de la medicina: sabemos que a veces el tratamiento con placebos lleva a curaciones.

Uno de los fenómenos que usted señala es la disociación que existe entre el cuerpo y los sentidos. ¿Cuándo ubica el inicio de este proceso?

Es algo que no puede situarse con mucha precisión, probablemente esta situación en la prehistoria no existía, pero con el proceso de hominización se desarrolla una moral y con ella una cultura de odio del cuerpo. Sólo hubo morales alternativas que celebraron el cuerpo, en tanto las morales oficiales, las morales del poder, consideran que hay que negarlo.

Pero hay sentidos privilegiados, ¿cómo se llega a esta jerarquización?

No es la sociedad la que privilegia: ciertos sentidos se ven privilegiados según una lógica de la supervivencia. Cuando el hombre caminaba en cuatro patas, estaba más en posición de oír y olfatear que de ver, al convertirse en bípedo existe la posibilidad de un mayor desarrollo del cerebro. La jerarquía de los sentidos se modifica y es la vista la que ocupa un primer lugar. Esto va cambiando con los siglos y con el desarrollo de la urbanización masiva. En la vida rural la gente tenía otra relación con la naturaleza; en la sociedad urbana actual se huele y se oye menos. Las sociedades consideran que hay bellas artes o sentidos nobles, relacionadas con la vista y el oído y otras menos nobles, relacionadas con el olfato o el gusto. Difícilmente se da la posibilidad de oler o gustar a otro fuera de la intimidad. Mi propuesta consiste en que los cinco sentidos deben ser considerados de manera igualitaria, y que debe ser otorgado a la gastronomía el mismo status que a la pintura o la música.

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Onfray por Adolfo Vásquez Rocca Arte y Filosofía

Se está produciendo un documental sobre sus ideas, y usted se presenta en medios masivos. ¿Hay una apertura de la filosofía en ese sentido?

Para el documental estoy escribiendo el guión. Es una colección que se ocupó de Deleuze, Sartre y Baudrillard, y reduce todo el trabajo a ciertas claves que permitan comprender la obra entera. Creo que el cine es un acercamiento posible a la filosofía, como la radio, la TV o el video. Son medios para llegar a gente que a lo mejor no se atreve a leer un libro. Hay quienes están a favor y en contra. Los que están a favor son los que son invitados, y los otros, los que nunca reciben invitación. Curiosamente, cuando se los llama para opinar en un programa cambian de posición.

Fuentes:

  • Página/12, Entrevista por Cecilia Bembibre, Buenos Aires.

  • Entrevista al filósofo Michael Onfray (fragmento) por Luisa Corradini

Dr. Adolfo Vásquez Rocca

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Dr. Adolfo Vásquez Rocca

Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado. Profesor de Antropología y de Estética – Departamento de Artes y Humanidades-. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial Internacional de la Fundación Ética Mundial de México http://www.eticamundial.com.mx/– y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo http://www.konvergencias.net/

COLUMNISTA DE REVISTAS Y PUBLICACIONES INTERNACIONALES, entre las que se cuentan:

A PARTE REI ISSN: 1137-8204 -Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid-

NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 – Universidad Complutense de Madrid.

MARGEN CERO, Miembro fundador de la Asociación de Revistas Culturales de España, ISSN 1695-4807

CUENTA Y RAZÓN, Revista de la Fundación de Estudios Sociológicos (FUNDES) de Madrid, Fundada por Julián Marías, ISSN: 0211-1381

EIKASIA REVISTADEFILOSOFIA, ISSN 1885-5679 – Oviedo, España

DEBATS Revista de Filosofía y crítica cultural, ISSN 0212-0585, Institució Alfons el Magnànim, Valencia.

HETEROGÉNESIS [SWEDISH-SPANISH] _ Revista de arte contemporáneo. TIDSKRIFT FÖR SAMTIDSKONST


| E-mail: adolfovrocca@gmail.com

Ver:

VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, De la escuela cinica al cinismo contemporaneo de Sloterdijk

RECUPERACIÓN ESTÉTICA DEL IDEARIO CÍNICO; De Diógenes a Sloterdijk

[PDF]

PETER SLOTERDIJK; DEL PESIMISMO METODOLÓGICO AL CINISMO DIFUSO DE NUESTRAS SOCIEDADES EXHAUSTAS

Peter Sloterdijk; del pesimismo metodológico al cinismo difuso

MICHEL ONFRAY; EL HEDONISMO ENTRE EL PLACER Y SU CARENCIA Por Adolfo Vásquez Rocca.

[PDF]

PETER SLOTERDIJK: TEMBLORES DE AIRE Y ATMOTERRORISMO

[PDF]ESTÉTICA DEL IDEARIO CÍNICO. De Diógenes a Sloterdijk.

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EL VALOR COGNOSCITIVO DE LA FICCIÓN; DE MARCEL DUCHAMP A FEYERABEND POR ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA

junio 23, 2008

EL VALOR COGNOSCITIVO DE LA FICCIÓN; DE MARCEL DUCHAMP A FEYERABEND POR ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA

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Marcel Duchamp por Adolfo Vásquez Rocca

EL VALOR COGNOSCITIVO DE LA FICCIÓN.


Estética y Epistemología; De Duchamp a Feyerabend.


Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca.1

Ver;

Adolfo Vásquez Rocca, «El valor cognoscitivo de la ficción. Estética y Epistemología; De Duchamp a Feyerabend«,
En Revista Antroposmoderno, CÍRCULO PSICOANALÍTICO DE BUENOS AIRES, Edición Abril.
En LUKE Nº 76, Julio – Agosto 2006 – ISSN: 1578-8644, Madrid.

«La ficción como conocimiento, subjetividad y texto; de Duchamp a Feyerabend» – Nº 1 – Abril de 2006
http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRduchamp.htm

La relación interna entre filosofía y literatura permite examinar de cerca qué significan la pluralidad y complejidad en los usos de la razón. Y permite aproximarse a esos usos y figuras desde un ángulo privilegiado. Pues el interés por lo literario no tendría por qué significar un apresurado abandono del modelo de discurso racional –que es característico de la filosofía–, sino el acceso a un punto de vista más completo: un nuevo motivo reflexivo, otro límite crítico, mayor complejidad también. Digamos que esa perspectiva facilita la puesta al día de las tesis modernas sobre la filosofía como emancipación, como salida de una minoría de edad.

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Adolfo Vásquez Rocca

Espacios de reflexión, métodos y perspectivas constituyen los distintos niveles, a través de los cuales se trata de definir un nexo complejo entre discursos. La ficción como conocimiento, subjetividad y texto, así como la relación entre mundo y lenguaje pretenden acotar algunas dimensiones de esa relación.

A través de la literatura llegamos a estar familiarizados con situaciones, sentimientos, formas de vida, obteniendo así una mirada desde dentro –epistemológicamente empatica–. Cada nueva visión del mundo constituye un nuevo tipo de conocimiento, un conocimiento que puede incluir aspectos cognitivos y emotivos y que demandará, probablemente, algún tipo de lógica paraconsistente. En este sentido en la manera en que –como pioneros– creamos o descubrimos mundos (dependiendo del estatuto ontológico otorgado a la ficción) también establecemos o desentrañamos la legislación lógica, según la cual tal curso de sucesos o tal tipo de entidades son o no admisibles al interior de este particular mundo posible.

Hasta los mundos narrativos más imposibles tienen como fondo lo que es posible en el mundo que concebimos como real. Las entidades y situaciones que no son explícitamente nombradas y descritas como diferentes del mundo real son entendidas a partir de las leyes que aplicamos a la comprensión del mundo real.

Así, pues, la narración de ficción construye un modelo análogo del universo real, lo que permite, como en todos los modelos, conocer la estructura y los procesos internos de la realidad y manipularla cognitivamente. Se otorga así un valor cognoscitivo a la ficción, de modo tal que todas las posibles connotaciones, no expresadas directamente por el texto, sino –más bien– mostradas implícitamente o implicadas contextualmente en lo dicho por el mismo, iluminan aspectos de la realidad que sin estas extrapolaciones ficcionales permanecería en penumbras.

La perspectiva crítica –propia de la filosofía– puede hallarse así implícita en escritos de ficción, de la misma manera como las teorías filosóficas pueden aceptar como suyos a los argumentos procedentes del discurso literario. La reflexión filosófica se articula, pues, desde distintos ámbitos y modalidades discursivas.

La verdad se entreteje en la ficción a través de la actividad mimética, en tanto la fábula da forma a componentes que son inmanentes al texto pero lo trascienden, como figuras de nuestras prácticas de vida que, a su vez, la lectura vuelve a trascender y transformar en el texto mismo y en el sí mismo del lector, que no suele ser inmune a este juego de verdades que circula libre y reguladamente en los viajes de la trama.

Los conceptos de la lógica modal son, pues, aplicables a la dinámica de los procesos de lectura, asimilando los mundos posibles a las inferencias y proyecciones construidas por los lectores cuando se mueven a través del texto. Estos mundos posibles pueden actualizarse, o pueden permanecer en un estado virtual, dependiendo de si el texto verifica, refuta, o deja indecisa la racionalización del lector hacia los eventos narrativos.

En todo trabajo de ficción se da por sentado que aquello que es el caso, es recentrado en torno a las estipulaciones que el narrador hace del mundo real. Este proceso de recentramiento instala al lector adentro de un nuevo sistema de realidad y posibilidad. Como un viajero a este mundo, el lector de ficción descubre no sólo un nuevo mundo real, sino también una variedad de ‘mundos posibles’ que giran alrededor de él. Así como nosotros manipulamos los mundos posibles a través de los funcionamientos mentales, así hacen los habitantes de los universos de ficción: su mundo real se refleja en su conocimiento y creencias, corregidas en sus deseos, reemplazados por una nueva realidad en sus sueños y alucinaciones. A través del pensamiento contra-factual reflejan cómo las cosas podrían haber sido; a través de los planes y proyecciones contemplan cosas que todavía tienen una oportunidad de ser; y a través del acto de constituir las historias de ficción recentran su universo en lo que es para ellos un segundo-orden de realidad, y para nosotros un sistema del tercer-orden.

Para entender esta organización de substancia semántica (de ficción o no) en un mundo real rodeado por los satélites de ‘mundos posibles’, algunos autores2 proponen el término de «universo textual» para referirse a lo que se conjura por el texto. Lo que se ha llamado «mundo de ficción» puede parafrasearse ahora como el mundo real del universo textual proyectado por el texto de ficción.

Tampoco debe resultar extraño que se acuda a la literatura o a la ficción, allí se acota un problema y se llena el vacío de las reflexiones descontextualizadas. Se busca que la descripción ya no de formulaciones abstractas y vacías, sino de experiencias humanas concretas, –como el dolor o la traición– al ser compartidas, genere la necesaria empatía desde la cual se geste la solidaridad y la compasión.

Rorty3, por ejemplo, critica el enorme grado de abstracción que el cristianismo ha trasladado al universalismo ético secular. Para Kant, no debemos sentirnos obligados hacia alguien porque es milanés o norteamericano, sino porque es un ser racional. Rorty critica esta actitud universalista tanto en su versión secular como en su versión religiosa. Para Rorty existe un progreso moral, y ese progreso se orienta en realidad en dirección de una mayor solidaridad humana.

Para él la solidaridad humana no consiste en el reconocimiento de un yo nuclear –la esencia humana– en todos los seres humanos. Se la concibe como la capacidad de percibir cada vez con mayor claridad que las diferencias tradicionales (de tribu, de raza, de costumbres) carecen de importancia cuando se las compara con las similitudes referentes al dolor y la humillación.

De aquí que las principales contribuciones del intelectual moderno al progreso moral son las descripciones detalladas de variedades de dolor y humillación (contenidos en novelas e informes etnográficos), más que los tratados filosóficos y religiosos. Piénsese, por ejemplo, en 1984 la novela de Orwell, de la que Rorty realiza un prolijo análisis4.

La concepción que presenta Rorty sustenta que existe un progreso moral, y que ese progreso se orienta en realidad en dirección de una mayor solidaridad humana.

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Rorty piensa que para ese progreso moral es más útil pensar desde una moral etnocéntrica, pragmática y sentimental, que desde una moral universalista, abstracta y racionalista, como la de Kant.

En definitiva, más educación sentimental y menos abstracción Moral y teorías de la naturaleza humana. Educación sentimental y moral a través del desarrollo de la sensibilidad artística. Debemos prescribir novelas o filmes que promuevan la ampliación del campo de experiencias del lector, más aun cuando el lector es un político, un economista, un trabajador social, un empresario, un dictador, o, más aún, cuando se trate de un niño que tenga, como tal, la posibilidad de convertirse en cualquiera de estos tipos humanos reconocibles.

Si Hitler, por ejemplo, no hubiese sido rechazado en la Escuela de Bellas Artes cuando alrededor de los 17 años postuló a lo que era su única vocación, la pintura, sus actividades creativas no habrían sido sustituidas por el dibujo del horror, de los campos de concentración con su violencia voraz.

La experiencia estética como simulación gnoseológica.

Continuando con el análisis de las relaciones entre ficción y conocimiento es imposible omitir la experimentación plástica llevada a cabo por Duchamp a través de sus ready made, en particular por la fabricación de sus “Tres zurcidos – patrón”, un conjunto de tres hilos de menos de un metro fijados sobre bandas de tela pegadas sobre vidrio, y acompañadas de sus tres reglas para trazar. “Los 3 zurcidos – patrón” – observa Duchamp5 – “son el metro disminuido”. El conjunto se inscribe en el “género” de una matemática ficticia, de una física de lo imaginario, que sin embargo reclama los mismos títulos de rigor y exigencia que sirven de fundamento a la matemática occidental. Por ello, y lo mismo que el patrón de medida “universal” de metro, los Tres zurcidos patrón de Duchamp se guardan en un estuche especial, destinado a evitar su dilatación o contracción por efectos de la temperatura – o cualquier otra posible perturbación ocasionada por factores externos.

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Ahora bien, lo decididamente subversivo en la actitud de Duchamp se cifra, ante todo, en el proceso mediante el cual se establecen esas unidades imaginarias de medida – “zurcidos”, de un universo roto…–, dependiente enteramente del azar. En el primer conjunto de escritos en que fija los fundamentos conceptúales de sus experiencias plásticas, en la Caja de 1914, Duchamp formula el principio que inspira la génesis de los Tres zurcidospatrón a partir de una pregunta abierta en tiempo condicional: “si un hilo recto horizontal de un metro de longitud cae desde un metro de altura sobre un plano horizontal deformándose a su aire y da una nueva figura de la unidad de longitud…” La realización de la experiencia, que para Duchamp entraña “la idea de la fabricación”, da como resultado el establecimiento de esas tres unidades enteramente occidentales de medida. Se adoptan el rigor y la precisión máximas, característicos del pensamiento matemático, pero conjugados con la voluntad indeterminada del azar. Es como un juego: el máximo rigor, la “regla del juego”, sobre un fundamento convencional y gratuito, y de cuya conjugación extraemos conocimiento y placer. Con este simulacro Duchamp modela una contrafigura irónica de la solemnidad y pretensión de absoluto de la ciencia occidental. Lo provocativo de este “gesto” estético tiene sus raíces en lo que supone de impugnación del supuesto valor universal y absoluto del pensamiento occidental. Como los zurcidos – patrón, nuestra ciencia es el resultado de un proceso de fabricación intelectual, y la validez de sus reglas una consecuencia de la aceptación de determinados presupuestos y convenciones, esto es, de peticiones de principio, asentimientos que hacemos sobre la base de la buena fe o simplemente, de las ganas.

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La impugnación irónica de la reducción positivista del conocimiento a mera razón instrumental, sirve ahora como trasfondo de la fundamentación del alcance intelectual del arte o de lo que he llamado razón estética.

La obra de Duchamp nos muestra, en definitiva, tanto en una vertiente plástica como conceptual, las infinitas posibilidades de “lectura de lo real”. En Duchamp encontramos el centro de gravedad de una concepción de las operaciones mentales y artísticas abierta a una lectura de lo real como diverso y plural, a una consideración flexible y distendida de la normatividad del mundo.

Nos encontramos así ante una operación de desmantelamiento epistemológico. El dispositivo opera sobre el pretendido rigor y objetividad de las ciencias duras. Sin duda una audaz maniobra subversiva, tan propia de las vanguardias de los años ’20, las que superan con mucho – en su carácter corrosivo – a sus pálidos remedos postmodernos.

La trans-vanguardia ya no es básicamente ruptura. Es academia y museo, se ha convertido en nuestra “tradición”: en la tradición artística de la contemporaneidad. Desde los medios de comunicación de masas y las instituciones de cultura, públicas o privadas, el horizonte estético de la vanguardia se transmite ya como clasicismo de la contemporaneidad6.

Reconstitución de escena. Epistemología y estética

La imaginación que circunda el mundo.


Para situarnos en una perspectiva que nos permita abordar estas cuestiones –que nos obligan a salir de los paradigmas de la racionalidad tradicional es fundamental traer a cuenta las ideas de uno de los epistemólogos más imaginativos que dio el siglo recién pasado. Me refiero, sin duda, a Paul Feyerabend, particularmente a lo expuesto en su Tratado contra el método –Esquema de una teoría ‘anarquista’ del conocimiento– donde nos señala que “al tratar de resolver un problema, los científicos utilizan indistintamente un procedimiento u otro: adaptan sus métodos y modelos al problema en cuestión, en lugar de considerarlos como condiciones rígidamente establecidas para cada solución. No hay una “racionalidad científica” que pueda considerarse como una guía –universal– para cada investigación; pero, y esto es lo que hay que considerar, hay normas obtenidas de experiencias anteriores, sugerencias heurísticas, concepciones del mundo, disparates metafísicos, restos de teorías abandonadas y de todo ello hará uso el científico en su investigación. Aquí se observa la fundamental importancia de la plasticidad intelectual, pues es sólo intuitivamente que en cuestiones de diversa naturaleza podrá determinarse qué criterio seguir en cada caso para preferir un método a otro. De lo anterior se desprende, lo que constituye el eje de esta tesis, que la ciencia se encuentra mucho más cerca de las artes de lo que se afirma en nuestras teorías del conocimiento favoritas7 .

La epistemología de Feyerabend desplaza la atención centrada en la dimensión racional de la ciencia para enfocarla en el contexto histórico y sociocultural. Su trabajo da –a veces– la impresión de un análisis ejecutado por un etnógrafo que se afana en comprender los elementos simbólicos y –en general– la forma de vida que han desarrollado los nativos del mundo occidental en la estructuración de una peculiar cosmovisión.

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Adolfo Vásquez Rocca

El punto es relevante porque, a raíz de los errores epistemológicos, se comienza a reparar en que estamos insertos en un paradigma y sólo entonces empezamos a cuestionar los supuestos en que descansa aquel; sólo cuando nuestras teorías fallan nos encontramos –de golpe– con “la realidad” con los hechos brutos (y nada más porfiado que los hechos), y aquí mientras el paradigma se desenvuelve normalmente, sin chocar con errores de importancia, los sujetos vivimos en él a-críticamente, experimentándolo como si fuera parte de nuestra realidad; no obstante, detectar algunos errores graves no implica que el paradigma se resigne a desaparecer, lo más probable es que surjan justificaciones ad hoc que expliquen la posibilidad del error o el error mismo y, todavía, se puede argumentar que el error en cuestión es un problema periférico.

Feyerabend se opone a la idea de que existan estándares invariables de racionalidad en cualquier campo, incluido el de la ciencia. No existen, según él, principios universales de racionalidad científica; el crecimiento del conocimiento es siempre peculiar y diferente y no sigue un camino prefijado o determinado. Feyerabend defiende firmemente el valor de la inconsistencia y la anarquía en la ciencia, de las cuales –afirma – ha derivado la ciencia todas sus características positivas, y sostiene que una combinación de crítica y tolerancia de las inconsistencias y anomalías, a la vez que absoluta libertad, son los mejores ingredientes de una ciencia productiva y creativa. En este sentido apunta Einstein cuando sostiene que en ciencias “la imaginación es más importante que el conocimiento”. «Soy lo suficientemente artista como para dibujar libremente sobre mi imaginación. La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. La imaginación circunda el mundo.»8

Respecto a la tesis según la cual no existen principios universales de racionalidad científica resulta también particularmente interesante referir la forma en que Popper comenzaba su clase. Lo hacía con una frase que se hizo celebre: “Soy profesor de método científico, pero tengo un problema: el método científico no existe”9.

La idea de que el conocimiento humano siempre es susceptible de error, de suerte que no es posible (ni necesario) establecer con absoluta certeza su verdad. Las teorías del conocimiento de Peirce y de Popper son los referentes inmediatos de esta noción. El falibilismo es una de las corrientes de pensamiento que no descubre en la imposibilidad de la justificación absoluta de nuestras creencias un factor de escepticismo y de desánimo, sino que intenta mostrar que tal exigencia de fundamentación completa es desorientadora, en la medida en que plantea una reivindicación epistemológica que no sólo es imposible de satisfacer, sino que, más importante todavía, no es necesaria. El edificio del conocimiento ni posee cimientos últimos ni los necesita. El escepticismo es hermano gemelo del justificacionismo radical, en la medida en que ambos planteamientos conceden una gran importancia filosófica a la idea de fundamentar apodícticamente la compleja red del conocimiento. El escepticismo sólo tiene sentido si la idea de fundamentación última es considerada epistemológicamente imprescindible; una vez que tal idea pierde su capacidad de hechizar la conciencia del epistemólogo, toda argumentación escéptica puede ser desechada sin menoscabo de rigor teórico10.

Las ideas de Feyerabend Contra “el” método son de un claro talante wittgensteiniano. Personalmente, durante una importante etapa de mi trabajo intelectual, me he ocupado de la concepción wittgensteiniana de la filosofía, en particular de lo que podría denominarse la función terapéutica de la filosofía11.

Para Wittgenstein, como es sabido, “el tratamiento filosófico de una cuestión es como el tratamiento de una enfermedad”12. Por ello señala que sus Investigaciones Filosóficas deben ser leídas y entendidas como un “libro de historiales clínicos de tratamientos filosóficos”13. En filosofía no podemos eliminar una enfermedad de pensamiento. Debe seguir su curso natural, y “la cura lenta es de máxima importancia”14. Los problemas filosóficos no son, por supuesto, problemas psicológicos. Si hablamos de problemas nos referimos a “tratamiento filosófico”. Y al igual que no existe una terapia apropiada para todas las enfermedades mentales, “no existe un método filosófico, sino varios métodos, al igual que existen diferentes terapias”15. Qué terapia usar dependerá de la enfermedad y de la persona que la sufra –al respecto me arriesgaría a decir también que no existen enfermedades sino enfermos16–. No hay pues un método universalmente válido. Sin embargo, como en psicoterapia, el primer paso consiste en “buscar la fuente de extrañamiento filosófico”, “investigar el origen del enredo”17, buscar la razón de la perplejidad. Como toda terapia, la terapia filosófica de Wittgenstein tiene por fin eliminar una enfermedad, ayudar a aquellos que están obsesionados por los problemas filosóficos a que alcancen completa claridad, de forma que ya no estén atormentados por aquellos problemas. “El auténtico descubrimiento es aquel que me hace capaz de dejar de filosofar cuando quiero, aquel que da paz a la filosofía, de manera que ya no nos vemos atormentados por cuestiones que ponen de nuevo en entredicho a la filosofía misma”18. En cierto modo, se encuentra exactamente igual que cuado empezó, ya que la filosofía “deja todo tal como está”19. La filosofía, sin embargo, no es nunca trivial o insignificante, al igual que el tratamiento psicoanalítico no debe juzgarse trivial por el hecho de que simplemente reestablece la salud mental.

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La ciencia es una empresa esencialmente anarquista e imaginativa; el anarquismo teórico es más humanista y más adecuado para estimular el progreso que sus alternativas basadas en el rígido orden racional. Es aquí donde volvemos ha reivindicar el rol de lo ficcional, al modo como Popper se refería a las “conjeturas”. La historia, se sabrá, está repleta de accidentes y coyunturas, y curiosas yuxtaposiciones de eventos. Esto nos demuestra la “complejidad del cambio humano y el carácter impredecible de las últimas consecuencias de cualquier acto o decisión [de los hombres].

Queda claro, entonces, que la idea de un método fijo, o de una teoría fija de la racionalidad, descansa en una imagen demasiado simple del hombre y sus circunstancias sociales. Para aquellos que contemplan el rico material proporcionado por la historia y que no intentan empobrecerlo para satisfacer sus instintos –de reaseguración– más bajos o sus deseos de seguridad intelectual en forma de claridad, precisión, «objetividad» o «verdad», estará claro que sólo hay un principio que puede defenderse en todas las circunstancias y en todas las etapas del desarrollo humano. Este principio es: todo sirve.]

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La ciencia no presenta una estructura, queriendo decir con ello que no existen unos elementos que se presenten en cada desarrollo científico, contribuyan a su éxito y no desempeñan una función similar en otros sistemas. Al tratar de resolver un problema, los científicos utilizan indistintamente un procedimiento u otro: adaptan sus métodos y modelos al problema en cuestión, en vez de considerarlos como condiciones rígidamente establecidas para cada solución. No hay una ‘racionalidad científica’ que pueda considerarse como guía para cada investigación; pero hay normas obtenidas de experiencias anteriores, de algunas teorías en desuso, y de todos ellos hará uso el científico en su investigación.

La historia de la ciencia, después de todo, no consta de hechos y de conclusiones derivadas de hechos. Contiene también ideas, interpretaciones de hechos, problemas creados por interpretaciones conflictivas, errores, etc.”20 En un análisis más minucioso se descubre que la ciencia no conoce “hechos desnudos” en absoluto, sino que los hechos que registra nuestro conocimiento están ya interpretados de alguna forma y son, por tanto, esencialmente teóricos. Siendo esto así, la historia de la ciencia será tan compleja, caótica, llena de errores y divertida como las mentes de quienes las han inventado.

A continuación, Feyerabend procede a señalar que el principio enunciado aconseja ir en contra de las reglas; por ejemplo, ante los empiristas que creen en la inducción (los científicos que consideran que son los hechos experimentales los que deciden si sus teorías son correctas o incorrectas) debe procederse en forma contraintuitiva, o sea que deben construirse hipótesis que contradigan de manera flagrante y abierta las teorías más aceptadas y confirmadas, o que se opongan a los hechos más contundentes. Sólo así se logrará mantener la frescura y el avance de la ciencia. Consciente de que sus críticos reaccionarían señalando que esto simplemente es la proposición de otra metodología más, Feyerabend señala: “Mi intención no es reemplazar un juego de reglas generales por otro; más bien mi intención es convencer al lector de que todas las metodologías, incluyendo a las más obvias, tienen sus límites”. La mejor manera de mostrar esto es demostrar no sólo los límites sino hasta la irracionalidad de algunas reglas que él o ella (los empiristas) posiblemente consideran como básicas. Recuérdese siempre que las demostraciones y la retórica utilizadas no expresan alguna «convicción profunda» mía. Simplemente muestran lo fácil que es convencer a la gente de manera racional. Un anarquista es como un agente secreto que le hace el juego a la razón para debilitar su autoridad (y la de la verdad, la honestidad, la justicia, y así sucesivamente).

En sus artículos en contra del empiricismo, Feyerabend nos muestra cómo este principio de amplia permisibilidad «ha operado y puede operar de forma creativa en la ciencia». Por ejemplo, es posible iniciar el trabajo científico formulando hipótesis que contradigan teorías sólidamente confirmadas o resultados experimentales corroborados hasta ese momento. Nada perdemos si partimos de esta forma en el trabajo científico en términos de metodología y, sin embargo, podemos ganar una nueva perspectiva que la teoría dominante no permitía considerar debido al requisito de consistencia entre hipótesis y teoría. Este requisito, nos dice Feyerabend, impide el progreso científico porque busca esencialmente la preservación de la teoría dominante, y no la mejor teoría o la más útil. La formulación de hipótesis que contradigan una teoría confirmada, nos proporciona pruebas que no pueden ser obtenidas de otra forma. Por otra parte, la proliferación de teorías o «pluralismo teórico», otra de las características esenciales de su posición filosófica, es benéfica para la ciencia, mientras que la uniformidad teórica favorece el dogmatismo e inutiliza el poder crítico de los científicos.

Debe mencionarse que Feyerabend discute este mismo punto con su dialéctica corrosiva, preguntándose en forma retórica: «¿qué hay de malo con las incongruencias?» [Strawson-también se pregunta ¿qué hay de moralmente malo en contradecirse?21] Y procediendo a rechazar el argumento de que la consecuencia de aceptar incongruencias sea el caos irracional, argumentando que en la ciencia algunas teorías incongruentes han contribuido al progreso. Sin embargo, este hecho no basta para abandonar el principio lógico de la no contradicción, ya que las teorías incongruentes que han contribuido al progreso de la ciencia lo han hecho gracias a que nuevos hechos las transformaron en congruentes. En ninguno de sus escritos extiende Feyerabend su irracionalismo, postulado como un elemento constante para la ciencia, a la propia naturaleza; su pleito no es con la realidad externa, ni con los que pretendemos estudiarla y conocerla, los seres humanos que ejercemos la profesión de científicos, sino con los instrumentos lógicos que pretendemos usar para cumplir con nuestros objetivos.

La epistemología de Feyerabend desplaza la atención centrada en la dimensión racional de la ciencia para enfocarla en el contexto histórico y sociocultural. Su trabajo da –a veces – la impresión de un análisis ejecutado por un etnógrafo que se afana en comprender los elementos simbólicos y –en general – la forma de vida que han desarrollado los nativos del mundo occidental en la estructuración de una peculiar cosmovisión.

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En una perspectiva pragmatista la realidad de la ficción, su significatividad, estriba en las efectivas regularidades empíricas con las que las creaciones humanas, entre ellas los textos literarios, se asocian. La verdadera realidad es, pues, el campo de proyección de la experiencia que los miembros de la sociedad comparten mediante sus actividades comunicativas, entre las que la literatura, cuya materia prima son las palabras, funciona hoy como factor primordial. El análisis de la ficción y de la libre actividad espontánea de la razón humana ilumina el estatuto de la creatividad. La actividad de la razón es crecimiento y en ese crecimiento tiene un papel central la imaginación. «Cada símbolo es una cosa viva, en un sentido muy estricto y no como mera metáfora. El cuerpo del símbolo cambia lentamente, pero su significado crece de modo inevitable, incorporando nuevos elementos y desechando otros viejos»22.

La ficción escapa al sistema enunciativo de los enunciados de realidad. El yo-origen real desaparece y lo que emerge es un mundo con un yo-origen ficcional, es decir, el de los personajes y el de la narración misma, que no son propiamente objetos de aquel origen enunciativo de autor, sino sujetos propiamente dotados de capacidad productora. Así, pues, existe una indiscutible solidaridad entre el esquema discursivo de las formas de la representación y la «creación del mundo» e imagen de la vida y que la ficción implica. Según L. Dolezel, los mundos ficcionales no pueden ser sin más mundos posibles metafísicos, y es que se desarrolla un modelo de mundo posible que está capacitado para explicar las «particularidades ficcionales».

La experiencia temporal se resiste a ser compartimentada, desglosada, a pesar de ser un componente fundacional en cualquier relato. Emparentada también con aspectos pragmáticos e incluso vitales de experiencia del mundo, su radical planteamiento determina que sea un problema que la semiótica o la narratología intentan clasificar según criterios codificadores. El problema de la dimensión temporal no deja de ser también, en cuanto que plantea cuestiones inherentes al ámbito discursivo y a la constitución del sujeto, un aspecto clave de la formación del relato con el emplazamiento del hombre como elemento cultural.

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Adolfo Vásquez Rocca

Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca.

Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado. Profesor de Estética, Artes y Humanidades. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial Internacional de la Fundación Ética Mundial de México http://www.eticamundial.com.mx/– y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo http://www.konvergencias.net/

COLUMNISTA DE REVISTAS Y PUBLICACIONES INTERNACIONALES, entre las que se cuentan:

A PARTE REI ISSN: 1137-8204 -Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid-

NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 – Universidad Complutense de Madrid.


MARGEN CERO, Miembro fundador de la Asociación de Revistas Culturales de España, ISSN 1695-4807

CUENTA Y RAZÓN, Revista de la Fundación de Estudios Sociológicos (FUNDES) de Madrid, Fundada por Julián Marías, ISSN: 0211-1381

EIKASIA REVISTADEFILOSOFIA, ISSN 1885-5679 – Oviedo, España

DEBATS Revista de Filosofía y crítica cultural, ISSN 0212-0585, Institució Alfons el Magnànim, Valencia.

HETEROGÉNESIS [SWEDISH-SPANISH] _ Revista de arte contemporáneo. TIDSKRIFT FÖR SAMTIDSKONST

Ver:


Ensayo «Mundos posibles y ficciones narrativas»
A Parte Rei 37, Enero de 2005. REVISTA DE LA SOCIEDAD DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS DE MADRID.
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/vasquez37b.pdf
-Reeditado en Revista Literaria Baquiana, Miami, Florida. EE. UU.
Año VI. Nº 33/34. Enero-abril de 2005 pp. 159 a 167.Indexada en base de datos del hispanismo, Instituto Cervantes.
http://www.baquiana.com/numero_xxxiii_xxxiv/Ensayo_II.htm

Ensayo «El valor cognoscitivo de la ficción. Estética y Epistemología; De Duchamp a Feyerabend«,
En Revista Antroposmoderno, CÍRCULO PSICOANALÍTICO DE BUENOS AIRES, Edición Abril.
En LUKE Nº 76, Julio – Agosto 2006 – ISSN: 1578-8644, Madrid.

– «La ficción como conocimiento, subjetividad y texto; de Duchamp a Feyerabend» – Nº 1 – Abril de 2006
http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRduchamp.htm

Ensayo «Rorty: pragmatismo, ironismo liberal y solidaridad»
En Revista POLIS, Volumen 4 Número 11 2005, publicación de la UNIVERSIDAD BOLIVARIANA y Editorial LOM, Chile.

Ensayo «La crisis de las Vanguardias artísticas y el debate Modernidad-Postmodernidad»
En Revista Arte, Individuo y Sociedad. Revista Científica de la Facultad de Bellas Artes, UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID – Año 2005 – vol. 17.ISSN 1131-5598 pp.133 – 154
http://www.ucm.es/BUCM/revistas/bba/11315598/articulos/ARIS0505110135A.PDF
-Edición ampliada y prologada, reproducida en Suma Nº 2, de 2005. Revista Científica de Estudios Histórico-artísticos,
http://www.sumagestion.com/revista/2/vanguardias_artisticas/index.htm
y En Revista Ábaco, Revista de Cultura y Ciencias Sociales, 2005, Número doble 44-45, Editada por CICEES, GIJÓN (ASTURIAS), Asociada a ARCE y FIRC (Federación Internacional de Revistas Culturales) pp.141-153.


-Artículo Postmodernidad y sobreinterpretación. Lecturas paranoicas y métodos obsesivos de interpretación; En NÓMADAS. 11 | Enero-Junio.2005. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.
http://www.ucm.es/info/nomadas/11/avrocca1.htm

-Artículo Cine, literatura y arte combinatorio. Ensayos sobre la postmodernidad. Perèc, Greenaway y Aronofsky; En NÓMADAS. 11 | Enero-Junio.2005. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.
http://www.ucm.es/info/nomadas/11/avrocca3.htm
En Bibliothèque de l’Arsenal. 1, rue de Sully. 75004 Paris
Le catalogue de la bibliothèque de Georges Perec et la littérature potentielle. French.

-Artículo La moda en la postmodernidad. Deconstrucción del fenómeno «fashion»; En NÓMADAS. 11 | Enero-Junio.2005. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.
http://www.ucm.es/info/nomadas/11/avrocca2.htm
En NÓMADAS. 11 | Enero-Junio.2005. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.
http://www.ucm.es/info/nomadas/11/
Reproducido por IADE Revista Realidad Económica Buenos Aires (Argentina)

Artículo «El habitar poético del hombre en el mundo; Heidegger, notas sobre Hölderlin y Trakl»
En Revista Literaria VersOados, Madrid, febrero – marzo 2005.

Artículo «Lógica paraconsistente, mundos posibles yficciones narrativas; la ficción como campo de proyección de la experiencia» En A Parte Rei 38, Marzo de 2005. Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid.
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/actual.html

Ensayo «Semántica de los mundos posibles«, En Cuaderno de Materiales
http://www.filosofia.net/materiales/num/num21/semantica.htm núm. 21, publicación de la UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID, indexada en el registro internacional de publicaciones seriadas con el número de ISSN: 1138-7734. pp. 59 a 66.



Notas

1 Doctor en Filosofía PUCV. Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Estética y Pensamiento Contemporáneo.

2 RYAN, Marie-Laure, Los Mundos Posibles, Inteligencia Artificial y Teoría de la Narrativa, Editorial Anagrama, Madrid, 1991.

3 RORTY, Richard, Contingencia, ironía y Solidaridad, Editorial Paidós, Barcelona, 1996.

4 RORTY, Richard, Contingencia, ironía y Solidaridad, Editorial Paidós, Barcelona, 1996.

5 DUCHAMP, Marcel, Duchamp du Signe. Écrits, éditès par M. Sanouillet, avec la collab. D’Elmer Peterson; Flammarion, París. Tr. Cast. de J. Elias y C. Hesse, rev. bibl. Por J.Rmanguera; Gustavo Pili, Barcelona, 1978.

6 JIMENEZ, José, La vida como azar; complejidad de lo moderno, Ed. Mondadori, Madrid, 1989, p.139.

7 FEYERABEND, Paul, Tratado contra el método; Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, Ed. Tecnos, Madrid, 2000, p. 89.

8 “La vida según Einstein”: Una entrevista de George Sylvester Viereck. 26 de Octubre de 1929. Saturday Evening Post.

9 FEYERABEND, Paul, Matando el Tiempo; autobiografía, Ed. Debate, Madrid. 1995.

10 Cualquier forma de escepticismo que pretenda apoyarse en la ausencia de creencias infalibles yerra de lleno en el blanco. La noción de fundamento, asociada a algún tipo de garantía metafísica en relación con el conocimiento, es un espejismo que ignora la dinámica real de las creencias y los fines de su formación y su evaluación por parte del sujeto.

11 Ver El Concepto de filosofía en Wittgenstein; cap. 6 La función terapéutica de la filosofía, mi Tesis de Licenciatura, Instituto de Filosofía U C V., bajo la dirección del profesor Mirko Skarica Z.

12 WITTGENSTEIN, Ludwig, Investigaciones Filosóficas, Editorial Crítica, Barcelona 1992, 255.

13 WITTGENSTEIN, Ludwig

14 WITTGENSTEIN, Ludwig, Zettel, Ed. Universidad Nacional Autónoma de México, 1985, p. 382.

15 WITTGENSTEIN, Ludwig, Investigaciones Filosóficas, 133.

16 Lo que sin duda sería bastante fiel a la reconversión de la mirada epistemológica puesta en marcha por Feyerabend.

17 WITTGENSTEIN, Ludwig, Investigaciones Filosóficas.

18 Ibid.

19 Ibid.

20 FEYERABEND, Paul, Tratado contra el método; Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, Ed. Tecnos, Madrid, 2000, p. 3.

21 STRAWSON, P. F., Introducción a una Teoría de la Lógica, Ed. Nova, Buenos Aires, 1969, p. 3.

Scientific Commons: Adolfo Vásquez Rocca

NICANOR PARRA: ANTIPOESÍA Y ARTEFACTOS DRAMÁTICOS POR ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA

junio 21, 2008

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Nicanor Parar por Adolfo Vásquez Rocca

NICANOR PARRA: ANTIPOESÍA, PARODIAS Y LENGUAJES HÍBRIDOS(1)

Adolfo Vásquez Rocca(2)

Adolfo Vásquez Rocca «Nicanor Parra: antipoesía, parodias y lenguajes híbridos«. (Homenaje con motivo de los 90 años del Anti-Poeta). Biblioteca Virtual de Literatura / Satírica / Crítica. SEVILLA, ESPAÑA, Diciembre 2004.
http://www.trazegnies.arrakis.es/parra.html

Nicanor Parra

Nicanor Parar por Adolfo Vásquez Rocca


Introducción

Este artículo intenta dar cuenta de cómo, paralelamente a los cambios en las artes y las humanidades, y a veces operando directamente dentro de ellos, los discursos que tradicionalmente se situaban en el ámbito de la crítica cultural han sufrido una gran implosión. Las disciplinas antes rigurosamente separadas, de la historia del arte, la crítica literaria, la sociología, las ciencias políticas y la historia, comienzan a verse difuminadas en sus límites y a cruzarse en una particular clase de estudios híbridos y transversales, que ya no se podían asignar fácilmente a un dominio u otro. Dando lugar a un nuevo fenómeno discursivo, que sólo puede ser designado –genéricamente – como theory (teoría). La original forma de estos trabajos refleja, como veremos, la creciente textualización de sus objetos, lo que muestra un resurgimiento, aunque mucho más versátil, de la antigua práctica del «comentario»; género, que al igual que el «Discurso de sobremesa» Nicanor Parra, suscribe. En Parra tenemos uno de los ejemplos más sobresalientes de estos escritos deconstructivos, con su claro énfasis en la narratividad como instancia fundamental de la razón postmoderna.

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Nicanor Parar por Adolfo Vásquez Rocca

El Proyecto de la Anti-poesía

Una visión tipológica del arte, ahora acotada a la literatura contemporánea, permite observar que los géneros convencionales han perdido estabilidad y se han confundido con otros de naturaleza análoga o diferente, que han aparecido géneros y textos intermedios, confusos, ambiguos, híbridos, y que estos cambios se producen en interacción con géneros y discursos convencionalmente considerados no-literarios. Un fenómeno semejante se percibe en sectores científicos en relación con la literatura, donde estos hechos presentan rasgos de mayor intensidad y complejidad. La puesta en crisis y ruptura de los modelos canónicos de la literatura y del discurso mediante las estrategias de la parodia, la distorsión, la reproducción en serie, la mezcla, fusión o hibridismo de los textos y géneros dominantes y estables de la tradición, las variadas modalidades de la transtextualidad, etc., han roto o debilitado la naturaleza y los tipos de los textos conocidos, han diluido los límites y abierto las fronteras entre ellos, al mismo tiempo que han puesto en duda la influencia, el sentido y la validez de conceptos como verosimilitud, realismo, ficción, referente, veracidad, y su conexión necesaria con determinadas clases de oralidad, de escritura, y –finalmente– de lógica.

Nicanor Parra

Nicanor Parar por Adolfo Vásquez Rocca

Precisamente la antipoesía es uno de los más claros ejemplos de los procesos de hibridación en la literatura, pero sin duda –según cabe aclarar – éste se corresponde con un proyecto mayor, que es el de la ampliación –alteración o trasgresión– de las normas de construcción discursiva propias de la condición postmoderna.

Nicanor Parra es uno de los primeros grandes descontentos de la modernidad. Lo ha sido de un modo radical y sistemático, poniendo en duda la racionalidad hegemónica de lo moderno en su mismo centro: el discurso humanista. Su poesía, por ello, no se deriva de ningún relato mayor: es más bien, la puesta en duda –sospecha– de todos los relatos totalizadores y sus agentes privilegiados; empezando por la poesía misma, siguiendo con el poeta y terminando con el lector o, al menos, con la lectura idealista de las sumas armónicas, y propiciando, en cambio, una práctica de sustracciones, que hacen del poema una actividad refleja, de reacciones simultáneas; gracias a las cuales se descuentan del lenguaje la sobrecarga interpretativa, las ataduras ideales y metafísicas, líricas y globalizantes, que mal explican la experiencia empírica, la vulnerable cotidianeidad.

Debido a su íntimo y definitorio anticonformismo, tanto Parra como su antipoesía, han cambiado el lenguaje rehaciendo no sólo el discurso propio sino los más estables relatos que dan cuenta al lector (la política, la religión, las ideologías consoladoras); con lo cual el carácter subversivo de su poética ha tenido, tanto un efecto corrosivo entre los discursos institucionales, como uno constructivo en el espacio siempre amenazado de una humanidad zozobrante, de un sentido común hecho de sabiduría popular y tradicional, de un diálogo a favor de los derechos del diálogo. Así, Parra ha ensayado otras formas apelativas en sus ecopoemas, en sus chistes (para desorientar a la policía tanto como a la poesía), en sus reapropiaciones de los lenguajes de la publicidad, de la política, de las jergas al uso, que utiliza para desmontar y descentrar a través de una práctica del ready made y de la parodia.

Nicanor Parra se ha valido del slogan publicitario o político, de la inscripción mural, del aviso luminoso, de la sentencia fulminante, del proverbio, del axioma científico, de la invectiva criolla. Los Artefactos poéticos, resumidos y cargados al máximo de cáustica ironía quieren provocar y lo logran. Prueba de su eficacia es la facilidad con que van pasando de boca en boca, de cartel en cartel, no obstante su carácter inédito.

Los hay de todas las especies. Invectivas políticas: «USA/ donde la libertad es una estatua». Reacciones políticas (porque los artefactos explotan en todas direcciones):»La palabrita pueblo/ ya me pone la carne de gallina». Salidas del energúmeno: «A mí no me para nadie/mi misión es salvar al mundo». Sentenciosas reflexiones: «Cultivar un jardín/ es ponerse la soga al pescuezo/ recomiendo vivir en pedregales». Proverbios: «De boca cerrada/ no salen moscas». Salidas de madre: «Vergüenza nacional/ tuve que eyacular en el vacío».

La idea conductora de estos experimentos verbales consiste en terminar con los «espacios literarios», con la complaciente convención del poeta-que-escribe-poesía y del lector-que-lee-poesía, taumatúrgicos personajes que se comunican en un ámbito cargado de aceptaciones tácitas, de señas literarias, de «cultura». El antipoeta quisiera terminar con la usanza poética, con la literatura, con toda impostación de voz, con todo esfuerzo de «composición» de un texto, aún el que incluían sus propios y corrosivos antipoemas, que, buscando ya esta depuración, entraban sin embargo, en la costumbre de los «desarrollos», del «estilo», de la «expresión», y otros «mitos» clásicos y románticos(3).

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La poesía, desde ahora, consistirá en libres descargas vitales, y la misión del poeta no será tanto escribirla, como detectarla allí donde se produzca, en boca de cualquiera, en la conversación ordinaria al hilo de la vida real. La poesía no habitará ya en «los poemas», ni siquiera en los antipoemas, sino al contrario, en la vida silvestre y casi anónima del lenguaje: dondequiera que éste, en estado salvaje, coincida bruscamente y sin retóricas con la realidad mentada, ya sea en un discurso político, en una canción popular, en un aviso económico, en la interjección de un analfabeto, y sobre todo en esos «grafitti» donde una juventud rebelde estampa su protesta sobre los muros del establishment : «La imaginación al poder», «la muerte no tiene futuro». Es así como Parra, emancipándose de las categorías heredadas del gusto, del estilo y de la lírica, se sitúa en una perspectiva problematizadora, al instalar –como dispositivo desmantelador– su concepción estética, cuyos aspectos principales se refieren a la prescindencia de toda retórica, a la sustitución de un vocabulario poético gastado, por las expresiones coloquiales más comunes, entre las que no escasean ni la información periodística ni el léxico burocrático, en un contexto general que suele adoptar con frecuencia un carácter conversacional. Sin embargo, Parra consigue siempre sacar el mejor partido de las palabras, y la incorporación de aquellos elementos considerados durante mucho tiempo atrás como espurios, le permiten describir, cabalmente, los contenidos de la vida moderna.

Muy temprano, seguramente a partir de su contacto con los poetas ingleses en la década de los 40, Parra definió su poesía como un contradiscurso lírico, de entonaciones más bien urbanas, donde no habla el nerudiano yo heroico de la naturaleza gestándose, sino el sujeto moderno, irónico y sarcástico, cuyo monólogo fragmentario tiene la desnudez confesional de un documento clínico y la elaboración intelectual de una sátira de los usos del habla formalizada.

Parra emprende, de este modo, con la antipoesía el proyecto de una sistemática recuperación del habla empírica. Para ser una forma lúcida de la vida cotidiana, la poesía debía recobrar el habla que la enuncia(4). Así, frente a la afasia y en contra de la corriente discursiva, Parra pone en práctica una poética de la contra-dicción: la antipoesía a la vez que asume una impronta iconoclasta, actualiza la tradición, valiéndose de la sabiduría popular, de la oralidad y de la frase hecha, propia del discurso publicitario.

El antipoema viene a ser, así, una compleja estrategia formal que en su híbrida articulación no busca validarse por su filiación a linajes literarios particulares (o definidos) sino que más bien se articula como práctica estética retóricamente deconstructiva, su des-articulación discursiva, claramente postmoderna, que admite en su seno la irreverencia de la contradicción, aparece pues como un ejercicio (operación) de disyunciones frente a las voces al uso.

En una práctica de reapropiaciones y deconstrucciones, Parra hizo del poema un campo verbal de exploración, deslinde y reafirmación. Explora la textura de distintos espacios de ocurrencia de habla –la publicidad, los discursos de sobremesa, la conversación–; deslinda entre diversas formulaciones (registros) del habla poética (soliloquio, contrapunto, notación, canción); y reafirma la calidad temporal del coloquio, su instancia sensible, su articulación múltiple en el acto de la enunciación. Estos trabajos sobre la dicción dan a la antipoesía su textura compleja y dúctil, su temperatura (registro o tenor) coloquial, su fraseo paralelístico y oposicional, y su particular sentido del humor, sobrio y paradójico.

Naturalmente, estas nuevas prácticas, retóricas y estrategias de hibridación de los textos, exigen para sí una hermenéutica postmoderna, una metodología de la interpretación de estos discursos esotéricos. El texto o discurso antipoético no se considera aislado de los demás hechos textuales y no textuales que lo constituyen, sino en activa interrelación con ellos, articulando disciplinas, contextualizando datos, relacionando y tratando de darles sentido a elementos, situaciones y momentos históricos distintos, medios verbales y no verbales, literarios y de otras formas de discursividad, intentando conciliar de manera dinámica las contradicciones de un objeto constreñido entre la verdad y sus versiones, rehabilitando una forma plural de acercarse a la encrucijada de diferencias en medio de las que se encuentra el observador (de hoy), menos atento que perplejo, apremiado por la concurrencia de acontecimientos dispares en una misma ocasión; de esta manera, las reflexiones de la crítica intertextual o transtextual propician actitudes interdisciplinarias(5).

En la antipoesía de Parra, el idioma mismo parece tomar la palabra: pocas veces el español ha hablado con una duración rigurosa y, a la vez, fácil, con un fraseo de variación contrapuntística pero articulado, con una gestualidad oral fluida, con una prosodia tramada entre la sonoridad vocálica y la pauta espacial de los versos, con una liviana ironía del que habla sabiéndose escuchado, incluido y reconocido. Porque, en fin, éste es un soliloquio dramático que ocurre en el escenario de un diálogo, con la complicidad de una «tercera pared», que en este caso es la página, el lugar de la comedia del habla. Así, el soliloquio se resuelve en el diálogo de voces implicadas, en una conversación mayor que incluye al poema como la instancia reflexiva, pausa o testimonio, balance o recuento, que este operador del habla ejecuta en la página, en esa pauta de la oralidad que permite la escritura.

El habla de Parra viene de la elaborada dicción popular chilena, pero también de la rigurosa formulación de las matemáticas; de la primera tiene el subrayado irónico, la distancia crítica, ante la comedia retórica; de la otra, la formulación parabólica, que se hace contrastiva de la cotidianidad que registra. Pero, ¿cómo saberlo? Quizá el lenguaje único de Parra, sea también el sistema de registro más abierto que ha dado nuestra poesía: es capaz de incorporar los cambiantes lenguajes de este mundo, aprovechando sus aparatos retóricos que, aunque pasan por lo real, el poeta los maneja como repertorios discursivos.

Por lo anterior no debe sorprender que la antipoesía no haya quedado recluida en la marginalidad, como sucede por norma general con aquellas aventuras experimentales que intentan sustraerse al paradigma de producción y recepción de su época. De hecho fue a la inversa. Hoy podemos constatar sin dificultad cómo, a medida que transcurría el siglo XX, el mundo de las ideologías y sus modelos de sociedad se derrumbaban, y cómo el proceso tecnológico fue configurando paulatinamente un nuevo mapa psíquico y social, en fin, podemos constatar cómo, a medida que el mundo cultural modernista perdía cohesión y adherencia, empezó, lenta e inevitablemente, a recluirse en las instituciones. La antipoesía, por el contrario, día a día aparecía más saludable y vital, pero sobre todo, cada vez mostraba mayor plausibilidad en la diseminada y multiestética escena cultural de este fin de milenio.

La antipoesía ha terminado siendo la gran explicación de los márgenes teóricos: la demostración de que el imperativo ético de la desconstrucción (del desbasamiento de los edificios del logocentrismo normativo) ha perfeccionado sus estrategias y metodologías de lectura, relativizando los fundamentalismos y reinstaurando el coloquio de lo vivo en el ágora de los conjurados del sentido.

Más allá de lo inconfundible de su factura, nuestro interés en estos textos aquí, es más bien de orden crítico que estético, pues entre otras razones, se advierte que en ellos ya no dominan las categorías heredadas del gusto, el estilo, la lírica, etc., sino su problematización. Esta condición discursiva de la antipoesía es una de las que nos introduce en un mundo mucho más inquietante que el de la poesía heredada.

Actualmente Parra está ya en otro proyecto: escribir la página en blanco. Esta sería una poesía que, en la página, se borrase a sí misma hasta revelar el blanco que ocupa y que la expulsa. Ironía, otra vez, y crítica. Porque tampoco se trata de ir más allá de Beckett, cuya negatividad y pesimismo, reveladoramente, no comparte. El estoicismo irónico de Parra termina siempre, frente a todas las pruebas de la deshumanidad diaria, en reafirmaciones del tú en el poema; esto es, en las otras pruebas del acuerdo profundo de hablar para sobrevivir. Así, Parra ha escrito la comedia humana de la sobrevivencia en el lenguaje que nos dice y contradice.

Desde un laborioso trabajo con la tradición poética moderna, que lo emparenta con la voz descentradora de Baudelaire tanto como con la palabra confesional de Vallejo, con la vivacidad erótica del surrealismo como con el sentido común verbal de la poesía anglosajona; y luego de haber pasado por una etapa lorquiana y otra de poesía popular octosilábica, Parra encontró su mejor voz en lo que él mismo llamó el antipoema; sus antipoemas, en efecto, tienen una entonación no sólo anti-lírica y callejera sino también con recurso al absurdo y lo corrosivo. Actúan como parodias dentro del discurso establecido, con poderosa persuasión crítica y, a la vez, como poesía ganada al lenguaje de lo cotidiano capaz de devolverle la palabra al lector. Parra explora otras dicciones, siempre buscando hacer más específico el diálogo de la poesía con el lector actual a través de una poesía que, para él, debía cambiar su forma y su formato, su medio y su canal, su hablante y su mensaje. Así arriba a una poesía de formulas o epígrafes, que llamó artefactos, suerte de hai-kus urbanos, donde la síntesis crítica y el humor paradójico se unen en imágenes contrastantes, cáusticas y novedosas. Estos artefactos son como cargas explosivas activados dentro de los edificios retóricos.

La antipoesía aparece sepultando toda una herencia histórica, pero en otra, menos «visible», aparece construyendo silenciosamente un nuevo mundo simbólico y escritural. Sin duda que esta observación ayuda a explicarse por qué fue –precisamente – la antipoesía la que inició en nuestra lengua el camino de apertura a la deshomogenización y a la deconstrucción de la experiencia del lenguaje, situándonos ante los nuevos fenómenos de hibridación de los discursos, lo que convendremos en llamar nuevas retóricas de la postmodernidad.

Dr. Adolfo Vásquez Rocca

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Adolfo Vásquez Rocca


(1) Un desarrollo completo de las ideas expuestas en este artículo será publicado próximamente por IAM, Valencia. bajo el título «La Postmodernidad y el programa de las vanguardias artísticas». ® 2008.
(2) Doctor en Filosofía por la PUCV., Postgrado en Estética y Pensamiento Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid. / adolfovrocca@hotmail.com.
(3) VALENTE, Ignacio, «Los Artefactos de Parra», en El Mercurio, Santiago, 27 de septiembre de 1970.
(4) ORTEGA, Julio, Caja de Herramientas; Prácticas culturales para el nuevo siglo chileno, Ed. LOM, santiago, 2000, p.149.
(5) CARRASCO, Iván, Interdisciplinariedad, interculturalidad y canon en la poesía chilena e hispanoamericana actual, Estudios filológicos N. 37, Valdivia 2002, ISSN 0071-1713 versión impresa.

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